La popularidad de Chávez, tal y como venimos advirtiendo, va en caída libre. En las reuniones que realizamos en los barrios, se respira la creciente frustración del pueblo. El tiempo para soñar quedó atrás, ahora el pueblo enfrenta su cruda realidad, saben que la revolución chavista es sólo un montaje para saquear al país. La escasez y la inflación en rubros básicos para la vida llegaron para quedarse. Los salarios son insuficientes para vivir dignamente, las misiones se desinflaron, los recursos para disfrazar tanta ineficiencia son insuficientes y para colmo la industria petrolera se hunde.
El fracaso era previsible. Chávez llegó al poder careciendo de las herramientas gerenciales y formación profesional necesaria para dirigir y supervisar adecuadamente los asuntos del gobierno y del Estado, dando rienda suelta a la corrupción, al desorden administrativo y a graves conflictos en el ámbito internacional. Para mal de males, Chávez se ha rodeado con elementos provenientes del sector castrense sin experiencia para dirigir los programas estratégicos del gobierno y con la izquierda parasitaria acostumbrada a sobrevivir con base al truco y a la viveza criolla, en desmedro de los técnicos y profesionales venezolanos que debieron marcharse del país en busca de las oportunidades negadas por esta absurda “revolución”.
En las actuales circunstancias el “Líder” no tiene espacios para mayores maniobras, no existen excusas que justifiquen la catástrofe que enfrentamos. Por esto es impostergable que los sectores progresistas y avanzados de la izquierda democrática, adelanten pasos urgentes para la conformación de un movimiento de emergencia y reconstrucción nacional que evite, el caos post chavista y renueve las esperanzas para alcanzar la construcción de un país próspero, con justicia social y elevado estándar de vida.
Nuestra inacción en este momento crucial, tendrá consecuencias inconmensurablemente tristes para el futuro de la patria, porque el colapso es inminente.
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Uma boa notícia que chupinhei do blog do venezuelano Aserne. Pena que a boa notícia vem seguida da desgraça de um povo.
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